
En agosto de 2017, cuando visité a Adán en su casa por primera vez, tuve la segunda Epifanía.
Escuchar su arriesgada obra musical. Sus piezas de horas y otras que no llegan al minuto. Ver sus particulares equipos de grabación que acumulan varios siglos. Su colección de joyas guitarreras. Su genial complicidad de milenios con la devoradora de libros, Eva.
Todo eso me hizo nacer de nuevo. Convencido y enfocado en el camino artístico. Agradecido estoy, porque los proyectos salvan.