Eva me enseña

Fue en una luna creciente. Después de recibir las enseñanzas de Drunvalo. Y de ser testigo de apariciones del número 4 en repeticiones y de diferentes maneras. Que me sumergí en los libros con pasión presente y por poco acabo ciego.

Tampoco es que consiguiera avanzar mucho. Mi concentración era floja, y sentía que las letras me estropeaban la fluidez. Pero todo cambió, cuando Eva preparaba un viaje a Heidelberg, Alemania. Me enseñó a leer con las manos, gozando yo con sus libros.

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